1.
La emoción es inferior porque es más primitiva
que la razón.
No se puede negar que la amígdala del cerebro, la
parte donde residen las emociones, es una parte más antigua del cerebro humano
que el neocórtex, donde reside la razón. Pero no es más primitiva. Las partes
emocional y racional del cerebro han evolucionado juntas y, en realidad, están
entrelazadas y trabajan juntas y tienen efectos recíprocos. Es un mecanismo
cooperador el que se desarrolla entre ambas partes y a través de él conseguimos
cosas muy importantes para nosotros como la auto conservación, la empatía (la
capacidad de sintonizar con la otra persona poniéndonos en su lugar), la
sociabilidad y un profundo conocimiento de
uno mismo.
2.
La emoción es peligrosa.
Efectivamente, todos hemos experimentado que una de
las cosas que más duele es el dolor emocional, duele y mucho. Pero no mata a
nadie, sino más bien, a veces nos ayuda a hacernos más fuertes. No hace muchos años, en el Centro de
Técnicas Curativas de Los Ángeles, se constató en diversos estudios que la
supervivencia de la persona está vinculada a la aceptación de la emoción
intensa, y se descubrió que éstas personas tenían más probabilidades de seguir
sanos que los que pasaban por alto o rechazaban sus emociones.
Igual que el dolor físico, el dolor emocional es un aviso y hay que
hacerle caso; cuando no se hace así, el dolor emocional se nos puede convertir
en dolor físico crónico. Cuando las personas que sufren fuertes migrañas (dolor
de cabeza fuerte y persistente) aprenden a reconocer y afrontar
convenientemente ciertos sucesos cargados emocionalmente, por ejemplo, los
dolores de cabeza con frecuencia desaparecen.
3.
El control de uno mismo procede de reprimir los
sentimientos.
Nadie es tan insensato que toma decisiones
importantes sin tener todos los datos en sus manos que le ayuden a tomar esas
decisiones; sin embargo, confiamos actuar acertadamente sin la información que
proporcionan nuestros sentimientos. La emoción debería ser un dato o recurso
irreemplazable, pues nos indica, mediante las manifestaciones físicas que
tiene, si una decisión o una acción es adecuada para nosotros. El control de
uno mismo no procede del control de nuestros sentimientos, sino de vivirlos y
sentirlos.
4.
Hay emociones buenas y emociones malas.
Las emociones no
entienden de estas categorías, eso se queda para la ética.
Todas las emociones nos informan de algo y todas son
constructivas si sabemos escucharlas. Las emociones sí que son agradables o
desagradables, positivos o negativos, tristes o alegres, etc. Todas las
emociones vividas profundamente nos ofrecen mensajes que nos resulta necesario
oír.
Como conclusión breve a este tema podríamos decir que igual que nos
preocupamos de aprender a leer y escribir, y que esto mismo lo hagan las
personas que nos interesan, también podríamos ocuparnos de aprender a
leer las emociones para conducirnos por nuestra vida de una manera eficaz e
inteligente.