jueves, 30 de mayo de 2013

Mejorar el Cociente Emocional en las Relaciones 1

Persigue activamente el cambio en tus relaciones.

El Cociente Emocional (CE) es el secreto de las relaciones íntimas duraderas porque nos hace conscientes de los cambios, grandes y pequeños, que constantemente se están produciendo en nosotros y en los demás; quien actúa con las antenas de la sensibilidad capta estos cambios rápidamente, pues nuestra sensibilidad capta la sensibilidad de la persona importante para nosotros. A través de la conciencia activa y de la empatía,  percibiremos automáticamente las pequeñas variaciones en la dinámica de nuestra aventura sentimental que señalan la necesidad de actuar: ¿tu pareja necesita algo más, o algo nuevo de ti? ¿Necesitas tal vez programar algún tiempo para pasarlo de otra manera? ¿Sus miradas  o su lenguaje no verbal tal vez te estén indicando que necesita más atención de ti porque se siente insatisfecha/o? ¿Sois tan felices como antes o habéis entrado en el camino de la monotonía? ¿Las influencias externas están pidiendo un cambio en los respectivos papeles?.
 
Si no conectamos con la inteligencia emocional este tipo de preguntas a menudo atemorizan demasiado para  planteárselas, por lo que muchas personas que se aman pasan por alto las señales de cambio hasta que es demasiado tarde. En cambio, cuando se es capaz de vencer el miedo al cambio, se descubre que “diferente” no necesariamente significa “peor”. En realidad las cosas a menudo salen mejor que nunca cuando cambian. Las relaciones son organismos en sí mismas y por naturaleza deben cambiar.
 
Persigue activamente el cambio en tu relación,  como medio de combatir la monotonía, no tienen que ser grandes cambios, pero sí son convenientes pequeños cambios introducidos estratégicamente ya que son el antídoto para no caer en la rutina; la monotonía es la carcoma que destruyendo la vida de pareja  y en general la vida de relación. Si los dos miembros de la pareja afrontan estos pequeños cambios con alegría y con inteligencia emocional, serán la salvaguarda de su vida en común.
 

Mejorar el Cociente Emocional en las Relaciones 2


Respeta todos los sentimientos que os tenéis mutuamente.

No siempre estamos encantados con lo que descubrimos en la otra persona a la que queremos, pero cuando se trata de emociones es necesario aceptarlas todas. Estar enamorado no significa no sentirse nunca furioso, decepcionado, dolido o celoso. Tu manera de actuar sobre tus emocione es cosa tuya solamente; lo importante es que las sientas.
 
Incontables relaciones se han ido y se van a pique a causa de los sentimientos de culpabilidad; millones de parejas se han alejado de la intimidad profunda debido a la vergüenza, y esto es consecuencia de sentimientos no sentidos de ira, miedo y ansiedad. Un error es pasar por la razón estas emociones; si la experimentas, tu vida con la persona que amas te irá bien.
 
Conservar la risa en la vida amorosa

Dos palabras solamente sobre estas dos cuestiones aparentemente irrelevantes, pero sí muy importante. El saber reírse juntos de sí mismos es un signo de salud mental envidiable que hará que la tolerancia mutua sea cada vez mayor, y que el camino de la comprensión se vaya haciendo habitual entre los dos. El camino de la tolerancia y de la comprensión solidifica la vida amorosa en común.  El sentido del humor, para saber relativizar las cuestiones, es algo muy saludable y envidiable en la vida amorosa.

domingo, 19 de mayo de 2013

EMPATÍA 1


Daniel Goleman denominó a la empatía, en su libro Inteligencia Emocional,  “la habilidad fundamental de las personas”. “Las personas con empatía, afirma él, son líderes naturales que saben expresar el sentimiento colectivo no expresado y articularlo para guiar a un grupo hacia sus objetivos”.
 
Como muestran los 7.000 test realizados a distintas personas en Estados Unidos y otros 18 países, los beneficios de ser empático incluyen el estar mejor adaptado emocionalmente, ser más popular, más extrovertido y tener más éxito en el terreno sentimental. Dos famosos investigadores de la inteligencia emocional, Hatch y Gardner, dicen que la empatía es el ingrediente necesario para tener encanto, éxito social e incluso carisma.

La conciencia de uno mismo es la facultad sobre  la que se erige la empatía, puesto que, cuanto más abiertos nos hallamos a nuestras propias emociones, mayor será nuestra destreza en la comprensión de los sentimientos de los demás. Es obvio que una persona que no tiene la menor idea de lo que siente, que tiene incapacidad para sentir e identificar lo que siente, también se encuentra  completamente desorientada con respecto a los sentimientos de quienes le rodean. Son, por así decirlo, personas sordas a las emociones y carecen de la sensibilidad necesaria para percatarse de las notas y los acordes emocionales que transmiten las palabras y las acciones de sus semejantes.
 
A estas personas les pasa desapercibido el lenguaje no verbal de los demás, como el tono de voz empleado, la expresión del rostro, un gesto, una sonrisa, la elocuencia del silencio, la carga emotiva que a veces ponemos en determinadas palabras, etc. A estas personas se les denomina alexitímicos, incapaces de sentir sus propios sentimientos y como consecuencia también incapaces de percibir los sentimientos ajenos. Y esta incapacidad no sólo supone una importante carencia en el ámbito de la inteligencia emocional sino que también implica un grave deterioro en su humanidad, porque la raíz del afecto sobre el que se asienta toda relación dimana  de la capacidad para sintonizar emocionalmente con los demás y esto es la empatía.
 

EMPATÍA 2

Esa capacidad, que nos permite saber lo que sienten los demás, afecta a una amplia gama   de actividades de nuestra vida que se desarrolla en las relaciones con los demás, los padres con sus hijos, el maestro con el alumno, el amigo con el amigo, el jefe con el subordinado, el proveedor con sus clientes, el novio con su novia, etc.; podríamos decir que no hay una relación entre dos personas que no sea susceptible de aparecer la empatía.
Ya sabemos por la comunicación que  no es frecuente que las personas formulen verbalmente sus emociones pues éstas se expresan mejor a través del lenguaje no verbal. La clave, pues,  que nos permite acceder a las emociones de los demás radica en la capacidad para captar los mensajes no verbales que antes hemos descrito. Tenemos que reconocer que, en este sentido, las mujeres nos suelen superar a los hombres A diferencia de la mente racional, que se comunica a través de las palabras, las emociones lo hacen de un modo no verbal. De hecho, una regla general utilizada en las investigaciones sobre la comunicación afirma que más del 90 % de los mensajes emocionales es de naturaleza no verbal (los tonos de voz, la brusquedad de un gesto, la expresión del rostro, etc.) 
 
Si nos preguntamos por las raíces de la empatía  hay muchos estudios y experimentos donde claramente vemos que se remontan a nuestra más tierna infancia. Vemos a un niño en la guardería que se cae al suelo y rompe en llanto, con un añito escaso de edad; una niña que lo está observando, de similar edad, empieza a llorar también;  un niño de dos añitos le da su juguete a su amiguito para que deje de llorar, como este no cesa en su llanto, el otro va y le abraza cariñosamente arropándole con sus bracitos. Son escenas diarias de cualquier guardería. Prácticamente desde el mismo momento del nacimiento, los bebés se muestran afectados cuando oyen el llanto de otro niño, una reacción que algunos han considerado como el primer antecedente de la empatía.

EMPATÍA 3


Es muy común escuchar que la empatía es la tendencia o actitud que tenemos para ponernos en el lugar de los demás e identificarnos plenamente con sus sentimientos. Sin embargo, esto tiene el riesgo de dejar a la empatía en un nivel meramente emocional: “si siento lo mismo que el otro, entonces hay verdadera empatía”.  La realidad es que la empatía no es el producto del buen humor con que despertamos, como tampoco del afecto que nos une a las personas. Si esta combinación fuera común, siempre estaríamos disponibles para escuchar a los demás y dejaríamos momentáneamente nuestras ocupaciones, pensamientos y preocupaciones para atender a quienes nos rodean. La empatía es un valor que se vive habitualmente, totalmente e independiente de nuestro estado de ánimo y disposición interior.

La empatía implica generosidad y genuina comprensión, olvidándonos de nosotros mismos y haciendo el esfuerzo de considerar los asuntos y sentimientos que los demás quieren hacernos partícipes. La empatía como valor, igual que todos los demás valores, no hace diferencia entre personas, es una actitud propia de la personalidad, siempre abierta y dispuesta a las necesidades de los demás.

La empatía nos da un sin fin de posibilidades hacia los demás, quienes buscan con quién compartir y confiar sus problemas, alegrías triunfos y fracasos, ser escuchados y comprendidos. La empatía nos permite conocer y comprender mejor a las personas, a través del trato cotidiano: A través de la empatía mejoran las relaciones entre los miembros de la familia, mejora y se estabiliza la pareja, garantiza una amistad duradera, ayuda a conseguir en la empresa una mayor productividad y en el colegio obtiene un mejor rendimiento en los alumnos y establece unas mejores relaciones entre los profesores y los alumnos. La empatía es un valor indispensable en todos los aspectos de nuestra vida, sin él, sería difícil enriquecer las relaciones interpersonales.

La empatía es el mejor método que hay para conocer a los demás, pues a través de ella la persona se pone en la situación del otro, para sentir como siente el otro, para ver las cosas como las ve el otro; a través de la empatía nos “metemos en la piel del otro” para sentir sus sentimientos, para pensar sus pensamientos, y todo esto sin  dejar de ser nosotros.

EMPATÍA 4


ENEMIGOS DE LA EMPATÍA


La empatía como valor es encomiable y como  actitud personal muy bonita, pero ¿es fácil ser empático? Diríamos que es muy difícil obrar con empatía en nuestras relaciones interpersonales. Tenemos muchos enemigos internos, que de tanto practicarlos, nos impiden que obremos emocionalmente empáticos con los demás. Vamos a explicarlo con distintos ejemplos.

Llega a nuestros oídos que fulanito de tal ha cometido un hecho a simple vista muy negativo. Reacción instantánea nuestra: le enjuiciamos, emitimos un juicio, fácilmente condenatorio, antes de meternos en el pellejo de esa persona para ver qué es lo que le impulsó a cometer tal hecho y por qué causas lo hizo y cómo se sintió al hacerlo; es decir, lo condenamos antes de intentar ponernos en su situación, meternos dentro de él con comprensión y sin juicios críticos, para sentirnos cómo él se sintió cuando se vio impulsado a cometer tal hecho. Primer enemigo pues de la empatía, enjuiciamos críticamente al otro.

Segundo enemigo: encasillamos al otro. De una persona nos hacemos una idea y pase lo que pase y obre como obre, siempre obra de acuerdo a los parámetros mentales que tenemos de ella, o sea que tire por donde tire siempre le pilla el toro. Obrar con empatía es obrar con comprensión y con generosidad.

 Tercer enemigo: criticamos destructivamente sobre los demás. Hay personas que son muy cotillas y peores que  una plaga, pues a quien cogen entre sus mansos lo deshacen, critican por criticar, sin tener conocimiento de causa; y sus críticas las ponen delante del ventilador y las airean a los cuatro vientos causando un daño, a veces, irreparable a la persona. Lo he puesto el tercero en la lista pero quizá merecería estar el primero en ella. Creo que por las repercusiones y por la forma de actuar, no merece la pena que se haga ningún comentario a esta forma de proceder para certificar que es totalmente contraria a la empatía; es algo obvio y que cae por su propio peso.

 Cuarto enemigo: Adivinamos el pensamiento del otro. Es muy frecuente estar comunicándonos con otra persona y cuando aparentemente estamos escuchando lo que nos dice, estamos pensando “esto lo dice por ..., o “ahora va a decir ...” Naturalmente que lo primero que estamos haciendo es no escucharle, sino adivinando lo que va a decir a continuación o por qué dice lo que está diciendo, con lo que tampoco estamos siendo comprensivos con ella; nos adelantamos a sus pensamientos y nos los creemos en tanto o en cuanto se adecuan a lo que nosotros pensamos que ella está pensando. Otros enemigos de la empatía también pueden ser: Comparar y moralizar.

Todos estos enemigos, junto a algunos más que me dejo en el tintero para no hacer este apartado excesivamente largo, son los que hacen que la empatía sea tan difícil de llevar a cabo como necesaria lo es para establecer unas relaciones más entrañables y positivas entre las personas. Para ser empático con otra persona, he de hacer un esfuerzo interno ímprobo, que me permita quedarme en blanco frente a esa persona para captarle tal como se está sintiendo en ese preciso momento que la tengo frente a mí, he de saber ponerme frente a ella para hacerle de espejo y quitar mis pensamientos y mis sentimientos, para que en mi espejo se reflejen solamente los pensamientos y los sentimientos de ella; por eso los juicios de valor son un gran enemigo de la empatía como ya dije más arriba.