1. EMBOTAMIENTO
La no aceptación y represión de
nuestros sentimientos debilita gradualmente nuestra capacidad de sentir.
Nuestro corazón se va volviendo cada vez un poquito más frío. Disminuye nuestro
entusiasmo por vivir y amar. Nuestra creatividad también se reduce de forma
significativa. El proceso de la vida se convierte en algo desapasionado pues le
falta la sal de las emociones.
2. REACCIONAR EN EXCESO. Los sentimientos no aceptados y
reprimidos que uno lleva consigo pueden ser la causa de que reaccionemos de una
manera inapropiada ante ciertas personas o circunstancia de su vida. Es
probable que los sentimientos negados nos vuelvan en cierta manera
irracionales, irritables, propensos a estallidos de rabia o accesos de
tristeza. Son capaces de determinar un cambio espectacular en nuestras
actitudes. Las emociones no resueltas de nuestro pasado pueden enturbiar las
emociones de nuestro presente.
Si, por ejemplo, llevamos dentro
de nosotros un sentimiento de culpa reprimido, tal vez sintamos miedo a ser
objeto de castigo por parte de las figuras de autoridad aunque no hayamos
cometido ninguna acción reprensible. Si soportamos un considerable miedo
reprimido, quizá rehuyamos inconscientemente la presencia de los demás o
digamos conscientemente que no nos gustan.
De adultos, atribuimos una
realidad a nuestros sentimientos reprimidos de la niñez. Si sentimos, por ejemplo,
una rabia considerable y reprimida hacia nuestra madre, tal vez interpretemos
cualquier sugerencia u orientación útil emanada de una mujer como una tentativa
de controlarnos. A no ser que tomemos conciencia del proceso que se está desarrollando, probablemente
volveremos a reprimir los sentimientos y
el ciclo proseguirá.
Quizá no seamos conscientes de
este proceso o quizá pensemos que esto no va con nosotros. Pero bien haríamos
en reflexionar acerca de las ocasiones en que nos hemos sentido asustados o
nerviosos sin motivo aparente, o cuando nos mostramos irritables sin una causa
real, o meditemos sobre nuestra incomodidad en ciertas situaciones que resultan
llevaderas para otras personas y a nosotros nos sacan de quicio. Los
sentimientos no aceptados nos empujan a comportarnos de un modo inadecuado ante
personas y circunstancias.
Son cada vez más numerosos los
médicos conscientes de la importancia que revisten las emociones en nuestra
salud física. Se ha descubierto que a través del llanto se produce una
importante segregación física de elementos químicos nocivos, liberando
simultáneamente la tensión emocional que es vital para evitar enfermedades
físicas tanto en niños como en adultos, es preciso propugnar que el hábito de
llorar es muy beneficioso, dentro de unas proporciones adecuadas.
3. MALTRATO DEL CUERPO.
Nuestro cuerpo y nuestra mente
se hallan íntimamente relacionados. Cada uno está allí para atender al otro. Si
optamos por reprimir una emoción incómoda, es posible que, a través de diversos
síntomas físicos, nuestro cuerpo trate de ayudar a resolver la tensión que
nosotros nos hemos creado, liberando dicha tensión mediante diversos síntomas
físicos. Más sencillo aún, los sentimientos no aceptados y reprimidos pueden
manifestarse a través de síntomas físicos: tensión muscular, dolor de cabeza,
virus y resfriados, artritis, tensión, alteraciones en la respiración,
estreñimiento, enfermedades cardiacas, fiebre, trastornos estomacales, etc.
Afortunadamente, y cada vez más
frecuente, hoy día los médicos están aprendiendo a comprender el valor de la
liberación y la expresión emocionales en el bienestar completo físico de una
persona. Aunque un considerable volumen de malestares físicos tiene su origen
en la negación y represión de emociones, una vez que se llega al nivel físico,
es preciso curar al mismo tiempo el cuerpo, la mente y el espíritu.
Uno de los recursos más
corrientes para soslayar los sentimientos consiste en comer en exceso y
compulsivamente, con los consiguientes perjuicios que esto acarrea.