Aceptar nuestros sentimientos
viene a ser sino un signo de inteligencia, pues, negar nuestros sentimientos no es eliminarlos. Los sentimientos nunca
mueren. Se niegan a no ser aceptados y silenciados. Es posible que nos sintamos
victoriosos cuando por fin “olvidamos” una emoción negativa o desagradable,
pero la batalla no ha hecho más que empezar. La vida entonces se nos convierte
en una lucha para no perder el control.
Querámoslo o no, la no
aceptación de nuestros sentimientos, que es lo mismo que reprimirlos, influirá
en nuestra personalidad, movilizando buena parte de nuestra conducta. Tal
negación o represión puede afectarnos de tres modos básicos:
1. Puede embotar nuestra
capacidad para experimentar emociones positivas.
2. Podemos reaccionar de un modo
excesivo en el momento actual ante personas o circunstancias.
3. Es posible que nuestro cuerpo
exprese la tensión de imponernos a las emociones reprimidas a través de
síntomas físicos y enfermedades como migrañas, trastornos estomacales de
diversa índole, crisis de ansiedad, etc.
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